La Mendoza que desconocemos.
Por @chanchoalado
“Lamento profundamente tener que compartir escenario con tan asqueroso y burgués pedazo de mierda, es solo por ustedes que me quedo firme en este escenario, levantando mi puño, con ustedes, mi pueblo”. Esas fueron las palabras con las que Briciolo inició su concierto en el que teloneaba a Sandro, el 12 de octubre de 1980 en el estadio Atanasio Girardot, de Medellín, ante unas 40 mil personas enfervorizadas por ver al Gitano, el Elvis latinoamericano.
Solamente 12 minutos después, Laurencio “Briciolo” Casquini Simonette, el popular trovador de protesta, nacido en cuna de oro, de familia rica y poderosa, ahora comprometido política y socialmente, era subido a duras penas al Bell UH-1 Iroquois de la policía colombiana que apenas alcanzó a elevarse sobre la turbamulta enardecida que pugnaba por linchar al cantautor. Briciolo, con las ropas rotas y cubierto de sangre, respirando con dificultad, escapaba de milagro una vez más de uno de sus conciertos que, invariablemente, terminaban en disturbios terribles provocados por la lengua contestataria del mendocino.
Esta vez, su padre, Primo Vito Casquini Simonette, se encargaría personalmente de buscar al accidentado artista y devolverlo sano y salvo a su casa natal, en la calle Los Cardamomos, de Vistalba. Exitosísimo empresario, viajo en su avioneta Piper PA-28 “Cherokee” junto a su enfermero de cabecera, Víctor Musuglia, que realizó las curaciones constantemente durante todo el vuelo de regreso.
Briciolo Casquini Simonette había comenzado su carrera como cantante de protesta hacía poco más de 2 años y medio, conquistando rápidamente fama en Latinoamérica, avivado por un contexto de dictaduras, disturbios y desigualdad social. Actuó con casi todos los grandes del género, pero rápidamente, su prosa ausente de eufemismos, y llena de una verborragia salvaje, ríspida y violenta, desató en su público una inusitada violencia, contra él. Se convirtió en una constante de sus presentaciones el disturbio, la turbamulta, las escaramuzas, los gases lacrimógenos, la represión policial y cualquier tipo de violencia en una audiencia sedienta de hacer justicia por mano propia.
Fue muy resonante en la prensa mundial, lo que ocurriera tras un concierto junto a Joan Baez, en el Madison Square Garden, en el cual Briciolo paró en el medio de un tema y dijo: “¿Así que no cantan, oligarcas soretes? ¿Qué esperan, a la psicobolche frígida esta que les vendió el buzón de Vietnam y en realidad es más burguesa que su país opresor, hipócrita y opulento? Laurencio fue retirado por un túnel especial bajo el estadio, que fue destruido casi en su totalidad por la turba enloquecida. La misma “Reina de la canción protesta” destruyo un patrullero mientras gritaba enardecida el nombre del trovador argentino. Unos días después, Briciolo fue incluido en el registro de los Guiness World Records como el “Músico/cantautor pacifista o de protesta más golpeado en el mundo”, registrando la tremenda marca de 367 golpizas, 123 escaramuzas, 14 incendios provocados, 3 suicidios, 1 muerte “a lo bonzo”, 54 roturas de estadios o salones, 8 infartos y 15 ancianas desmayadas.
Al volver a Mendoza con su padre, Briciolo estaba destruido anímica y personalmente. Si bien su padre lo alentaba a continuar con su carrera musical, la frustración, la incertidumbre, y el profundo dolor de millones de golpes y fracturas pusieron a Laurencio en una disyuntiva terrible.
Algunos meses después, decidió dar un show en Natan, en Blanco Encalada. El sólo con su guitarra y sus ideas. Desafiando el contexto de la dictadura, de la opresión, de las injusticias. Arriesgándose a todo. Hacía un frío glacial aquel junio de 1981, el Unimog militar en la ruta, la patrulla al lado del teleférico, le daban al concierto un marco cinematográfico. Se vendieron 150 entradas, se encargaron 12 fondues, 11 de queso, 1 bourguignonne. La gente estaba expectante, casi eufórica, sin embargo Briciolo nunca se presentó, y nunca más se supo de él.
Gracias Mauricio Zuza. http://chanchoalado.blogspot.com
Comentarios